Chema Madoz. Ars combinatoria

Chema Madoz. Ars combinatoria

Del 11 de febrero al 13 de marzo de 2016

Sala de Exposiciones Hospedería Fonseca

Horario: de martes a sábado de 12.00 a 14.00 h y de 18.00 a 21.00 h.

Domingos y festivos: de 10.00 a 14.00 h. Lunes cerrado.

 

Esta exposición reúne una selección de setenta obras del fotógrafo Chema Madoz (Madrid, 1958), uno de los creadores más interesantes de la escena artística contemporánea, gracias a su especial modo de interpretar el arte a través de la fotografía y a su visión poética.

Se podría decir que el arte de Chema Madoz es el arte de la combinación de elementos, de objetos. De ahí el título de la exposición, un guiño al arte de la combinatoria desarrollado por el filósofo mallorquín Ramón Llull (siglo XIII-XIV). A partir de los noventa, tras una primera etapa en la que trabaja con la figura humana, con la luz natural, el azar y el reportaje, el taller de Chema Madoz se ha ido poblando de objetos que ha reunido a lo largo de sus años de creación. Todos esos objetos acumulados están en el origen de sus imágenes. Ahora bien, Chema Madoz compone sus imágenes no sólo con objetos, sino también jugando con elementos de la naturaleza. Una vez la idea es concebida en su mente, la ordena y la construye para ser fotografiada –la fotografía es para el artista un registro de la memoria que le permite fijar una idea-, dando lugar a la imagen final, a la obra. Chema Madoz se considera un escultor de objetos que opera desde el punto de vista de un fotógrafo. Pero también podríamos considerarlo como un poeta visual o un artista conceptual, ya que su actividad artística parte de un proceso mental e intelectual. En ese proceso mental que preside todas sus imágenes, a veces las conclusiones son posteriores a la creación del objeto y otras anterior.

El artista se enfrenta a los objetos de distintas maneras: el objeto encontrado sin alterar, el objeto manipulado, y el inventado y construido por él mismo en su estudio. Siempre a vueltas con los objetos, los metamorfosea, buscando sus diversas combinaciones, sus relaciones escondidas a primera vista, indagando en las trampas de la visión. Hay en estos desplazamientos, metamorfosis, combinaciones o búsqueda de relaciones entre los objetos una especie de ligereza que se asocia con la idea de juego.

Chema Madoz entiende el juego como la primera manera que tiene el niño de entender el mundo y relacionarse con él. En los encuentros fortuitos a los que somete a los objetos, Madoz también se emparenta con los surrealistas en la búsqueda de nuevos significados, nuevos parentescos, nuevos caminos por donde dejar vagar nuestra imaginación y ampliar así el campo de nuestra visión.

Hay objetos que tienen en sí mismos una carga conceptual y semiótica fuerte, a los que el artista ha recurrido en más de una ocasión: libros, pintura, zapatos, vasos y cucharas, gotas de agua… así como todo lo relacionado con el viaje.

Chema Madoz trata de hacer cambios sutiles en las cosas, añadiendo y restando, para crear esa extrañeza que sentimos ante sus fotografías. Extrañeza y familiaridad son dos características que encontramos en su trabajo. Extrañeza porque enfrentados a sus obras, en un primer vistazo, nos chocan y sorprenden; y familiaridad porque enseguida reconocemos sus guiños y, al descubrirlos, una sonrisa ilumina nuestra mirada. Madoz quiere hacernos cómplices de sus descubrimientos, de ahí que se niegue a orientar nuestra mirada, poniendo títulos descriptivos a sus obras. Encontramos algunas piezas  en las que hay una cierta dosis de comentario social y crítico; asimismo, si bien la mayoría de sus imágenes tienen un perfil amable y poético, también encontramos algunas de carácter más duro y lúgubre, más cercanas al humor negro.

La exposición presenta a través de las fotografías expuestas un extenso recorrido por el trabajo del artista, ofreciendo una amplia panorámica de los diversos estadios por los que ha pasado su obra, así como su evolución y el cambio de los objetos que han llamado su atención.

Además de las setenta obras seleccionadas, la muestra se completa con la presentación de su Fotopoemario (2003), una edición compuesta por un conjunto de fotografías de Chema Madoz y poemas de Joan Brossa ligados entre sí. Dos autores que pueden parecer distantes por su trabajo, pero que, sin querer y casi sin saberlo, parten de un único sentido. Una colección de imágenes de uno de los fotógrafos más internacionales acompañada por un gran poeta visual, cuyo resultado es la capacidad de demostrar cómo una imagen vale más que mil palabras y un poema puede ofrecer una gran imagen.

Se exhiben además 21 reproducciones sobre Dibond de los trabajos gráficos de Chema Madoz, fruto de sus colaboraciones con revistas, periódicos, libros, etc.

 

Exposición organizada por La Fábrica