Ganadores y seleccionados VII Concurso
Ganadores y seleccionados VII Concurso universitario de creación de microrrelatos
“Universos Mínimos”
GANADORES
1er premio Alejandro Bena de Rette Méndez, alumno de la Facultad de Filología
Soldaditos y plomo
2º premio Raúl Clavero Blázquez, alumno de la Facultad de Filología
Acto de fe
Ganadora sección B Sara Maria Sena-Esteves Prata, alumna de doctorado en la Facultad de Geografía e Historia
Corazón de segunda mano
SELECCIONADOS
-Natividad Gómez Bautista, antigua alumna Facultad de Medicina
Adiós Bíblico
-Alicia Isabel León Lobera, alumna de Doctorado (Programa de Doctorado en Biología y Conservación de la Biodiversidad)
Violeta
-José Miguel Sanhueza Hidalgo, alumno de doctorado (Programa de Doctorado en Historia Contemporánea)
La revolución empieza en el WC
-Laura Goenaga Velasco, alumna del Grado de Sociología, 2º curso
Sonar dormido. Soñar despierto.
-Irene San Valero Sánchez, alumna del Grado de Filología Hispánica, 1er curso
La atracción de los opuestos
-Diana Aradas Blanco, recientemente presentada la tesis sobre Gastón Baquero
El adosado
Seleccionada Sección B Arina Esse Shorokhova, alumna del Grado de Bellas Artes, 4º curso
El amor mata
1er premio Alejandro Bena de Rette Méndez
Soldaditos y plomo
El niño francés juega con los soldaditos de plomo que hace un niño indio mientras lo vigila un soldadito francés.
2º premio Raúl Clavero Blázquez
Acto de fe
Despierto cuando me tiran un cubo de agua helada en la cabeza. Me duele todo el cuerpo. Estoy medio desnudo. Tengo cortes en las piernas y los brazos atados a la espalda. En la esquina del cuarto veo el cadáver de otro pobre desgraciado. Lleva una especie de corona y una túnica roja. Los niños me rodean. Uno de ellos se acerca y me da una patada en el estómago.
-¿Dónde escondes los juguetes? – gruñe.
Les miro con lágrimas en los ojos. El más alto sale de las sombras con una sierra eléctrica en sus manos.
-Por última vez – repito entre sollozos -, yo no soy real, ¿es que acaso no sabéis que Santa Claus no existe?
-¡Mientes! – gritan, y en un conmovedor acto de fe, comienzan de nuevo a golpearme.
Seudónimo: Voynich
Ganadora Sección B Sara Maria Sena-Esteves Prata
Corazón de segunda mano
Como si tuviéramos un cuarto alquilado en el corazón del otro, cada uno pagaba su renta, vivíamos una vida de dos, existencia paralela, lado a lado, en las respectivas caras del espejo. No se puede decir que fuéramos felices, pero tampoco nos iba mal. Teníamos nuestro baile, tú y yo, con los pasos aprendidos de memoria, cada día diferente, siempre lo mismo. Rutina.
Un día despertaste y comprendiste que, en realidad, lo único que compartíamos era el aire que respirabas. Y no quisiste continuar. Avisaste, eso sí, con un mes de antelación, como enunciaba nuestro contrato por escribir.
Busqué una agencia; estaba de nuevo en el mercado inmobiliario. Pero tu fianza para cubrir los daños no fue suficiente. Infiltraciones, humedades, grietas en el parqué y, lo peor, tus muertos en mi armario. Abandoné mi corazón a su suerte y la falta de manutención hizo el resto… A veces entran vagabundos y duermen allí una o dos noches, nunca mucho tiempo. Entran por las ventanas rotas de la casa en ruinas. Sólo tú tenías la llave de la puerta principal.
SELECCIONADOS
Natividad Gómez Bautista
Adiós bíblico
Se alejó de él con prisas y no miró ni una sola vez hacia atrás por si su corazón, ahora de piedra, se convertía en humano.
Alicia Isabel León Lobera
Violeta
... Todo en ti fue violeta: las luces de neón de aquel bar donde tus ojos me quemaron; tu pintalabios galáctico; tu sabor; tu nombre de diosa; tu color favorito; tus amaneceres… y tus atardeceres también.
La luz que irradiabas.
Tú.
Todo en ti fue violeta: todo.
Tus ojeras. Tus brazos arponeados de heroína.
Las flores que llevé a tu tumba.
José Miguel Sanhueza Hidalgo
La revolución comienza en el WC
I
Un joven cualquiera va al baño. Cuando digo un joven cualquiera, me refiero a un estudiante universitario que seguramente cursa una carrera de humanidades y, como ha de suponerse, tiene alguna opinión crítica que manifestarle a esta sociedad barbárica de consumo regida por un capitalismo salvaje.
Como es normal en la especie bípeda pensante, el estudiante posa toda su existencia sobre aquel vilipendiado artefacto de loza y comienza a reflexionar. Acto se¬guido, saca un permanent-marker de su mochila, lo destapa con la boca (en la otra mano tiene el papel higiénico) y comienza su pequeña revolución en un metro cua¬drado:
“a des-atomizar el anarquismo sectario y académico”; “por la des¬trucción total del genero y los cánones establecidos”; “en España no existe concien¬cia: piensa y resiste”
Firma: “A en un circulo”
II
Otro joven letrado va al mismo baño y responde: “anarquistas de mierda, vayan a rayar la tumba de Bakunin!”
III
Mujer, pelo negro (raíces blancas), 57 años, segunda hija de un grupo de 6 hermanos, 4 hijos, uno de ellos en la uni¬versidad. Lleva 10 minutos limpiando la frase: “en España no existe concien¬cia: piensa y resiste”
Laura Goenaga Velasco
Sonar dormido. Soñar despierto
Fue el ronquido unánime de la multitud lo que le hizo despertar. Nadie le prohibió intentarlo. Simplemente comprendió, solo, entre la aletargada placidez de los cuerpos, que ni su más poderoso grito podría vencer a cuarenta y siete millones de ronquidos.
Por eso se tumbó de nuevo entre ellos y, soñándose protegido por los inconscientes, se volvió a dormir.
Irene San Valero Sánchez
La atracción de los opuestos.
Él no tenía autoestima, y ella la encontraba en tacones trece centímetros por encima del suelo.
Ella nunca soltaba su carmín y a él no le gustaba nada que le dejaran marcas.
Ella siempre tenía rotas las medias y a él no le gustaban las carreras.
Él tenía los pies en la tierra y ella siempre estaba en las nubes.
Pero él respiraba y ella era oxígeno.
Diana Aradas Blanco
El adosado
Desde la ventana de su habitación podía ver el dormitorio de la vivienda vecina, que se hallaba deshabitada. Aquella tarde percibió un punto de oscuridad al otro lado del cristal y, al descorrer las cortinas, le pareció apreciar una silueta femenina. Intrigada, bajó las escaleras y salió a la calle; pasó delante de ambos garajes, y llegó a la entrada contigua. La puerta cedió al empujar la manilla. El domicilio estaba vacío, aunque no parecía deshabitado. En la planta superior, advirtió que la habitación le resultaba familiar, pues los objetos estaban dispuestos exactamente igual que en la suya. La tranquilizó no ver a nadie junto a la ventana. Se acercó más, descubrió los cortinajes y entonces la distinguió. Al otro lado, en su cuarto y colgada de una cuerda, una mujer de aspecto y vestimenta aparentemente idénticos a los suyos le daba la espalda. Sintió un nudo en la garganta, e intentó tragar saliva, pero algo se lo impidió. Quiso mirarse para comprobar aquel parecido, pero al inclinar la vista sólo vio una mancha negra en el suelo. Sintió el crujido del cuello y, sin articular ni un grito, se desvaneció completamente.
Arina Esse Shorokhova
Amar mata
El fuego iba consumiendo mi cuerpo lentamente, dejando solo un rastro de cenizas. Unas se elevaban en el aire, ligeras, casi invisibles. Otras caían sin vida a la superficie de cristal. Rogué al fuego que no fuera tan deprisa, supliqué que se alargara mi martirio.
Al terminar el cigarrillo
te fuiste.