Fallo de concurso microrrelatos 2013
Ganadores y seleccionados:
Ganadores 2013
1 Mario García López.
Amor-tajado
2 César Luis Borreguero Gómez.
Las cosas por su nombre
B Arina Esse Shorokhova .
Malinventados
Seleccionados
Natividad Gómez Bautista.
Odiseas
Aroa Algaba Granero.
Sintaxis del desamor
María Jesús Bernal Martín.
El drama de la hiedra
Sofía Bejarano Pérez.
Crisis
Elena Hernández González.
Se toca pero no se mira
Cristina Borrego Alfaraz.
Realidad
Lorena Escudero Sánchez.
Despiece
Pablo Martín Rodríguez.
Tedio
Javier Domingo Martín.
Títeres
1er PREMIO
Amor-tajado
Cuando ella le dejó, decidió hacer una pequeña marca por cada día que estuviesen sin verse.
Al final murió desangrado.
Cuando los médicos descubrieron el cadáver lleno de pequeños cortes, no entendieron qué había pasado.
Mario García López
2º PREMIO
Las cosas por su nombre:
Vi agua brotando de una especie de cascada en la pared. Grifo, dijo la señora, y ahora acompáñame, ordenó. Así lo hice por ese túnel iluminado, pasillo exclamó ella, y vi como delante de mí derribaba un muro sin problemas. Puerta, explicó, y lo que hago es abrirla. Estas serán entonces sus tierras y posesiones, jardín dijo con tono cada vez menos paciente, y no es tan grande como crees. Pero sí será un sitio noble, pues no paro de ver banderas sobre ese extraño mástil. Tendedero, y lo que cuelga, ropa. ¿Y ese enorme carruaje sin caballos tirando de él y con extrañas luces? Ambulancia. ¿Y por qué se acercan dos hombres de blanco con una camisa de mangas largas? Son tus escuderos, dijo mientras se apartaba. Ve con ellos, abuelo, te ayudarán a vestirte tu nueva cota de malla.
César Luis Borreguero Gómez
GANADOR SECCIÓN B
Malinventados
Y entonces te inventé. Tus miradas, tus gestos, tus movimientos. El sentido oculto de tus palabras. Las cortinas tupidas de tu cuarto, el olor a sándalo, el goteo monótono de la lluvia. Inventé todo un cuento y me lo leía cada noche antes de dormir. Ya sabes cómo me gusta la literatura fantástica.
Arina Esse Shorokhova
SELECCIONADOS
Odiseas
Aunque los Ulises vuelvan, las Penélopes seguiremos tejiendo.
Natividad Gómez Bautista
Sintaxis del desamor
Él se yuxtaponía a ella, ella se yuxtaponía a él. Sin subordinaciones. (Se) devoraban hasta la coma que los separaba.
Hasta que la coma se hizo muro, inquebrantable. Al querer morderlo, se les rompían las palabras.
De nuevo, dos oraciones simples. Terriblemente flacas.
Aroa Algaba Granero
El drama de la hiedra
No puedo soltarme. No puedo desamarrarme de ti sin romperme.
María Jesús Bernal Martín
Crisis
Sentados en un banco me dijo que estábamos en crisis. Nos quisimos por encima de nuestras posibilidades y el tiempo nos pasó factura. Habíamos vivido en una burbuja; derrochando amor sin medida. Sin embargo, todo quedó al descubierto mientras oía que no le debía nada y que ya no importaban mis acciones. Había invertido tanto en esa relación, que no daba crédito a sus palabras. Supongo que habría perdido el interés en mí; quizá ya no era su tipo. No pude reprimir las lágrimas y la situación se volvió insostenible. Nos quisimos. ¡Cómo nos quisimos! Pero me desahució de su corazón.
Sofía Bejarano Pérez
Se toca, pero no se mira
Nacieron como criaturas supremas, pero debieron pagar un alto precio a cambio de su perfección: la condena a ser inalcanzables, la maldición del culto distante. Todas ellas acataron este pago, salvo una que, triste por recibir sólo las frías caricias de la adoración deslumbrada, renunció a su condición y se trasformó en una melodía. Desde entonces, quien quiere acercarse a ella, tiene que tocarla: Mus(ic)a.
Elena Hernández González
Realidad
Fue tal el puñetazo en el estómago que vomitó sus mariposas de un golpe.
Cristina Borrego Alfaraz
Despiece
Llegué hasta el hueso, pero él se conformó con mi piel. Sigo buscando.
Lorena Escudero Sánchez
Tedio
Hay trece mil quinientas cuatro hojas en el jardín del Edén. Las acabo de contar todas.
Pablo Martín Rodriguez
Títeres
De pronto el títere se dio cuenta de que estaba siendo manejado mediante hilos finísimos.
Preso del pánico empezó a revolverse y a luchar contra los tirones que le impedían mover libremente sus miembros. Desesperado, en un último intento, colocó sus dientes sobre la cuerda y mordió con todas sus fuerzas. Entonces, su inerte cuerpo de madera se desplomó contra el suelo para no volverse a levantar.
El hombre lo recogió y fue a buscar otro de los muñecos que había en un pequeño estante.
Javier Domingo Martín