En Verso, "Soñar a Gabriel y Galán"
Miércoles, 18 de abril
En Verso
Soñar a Gabriel y Galán
Dirección: Pablo Málaga González
Musa 1 Concepción Sánchez Cinos
Musa 2 Inmaculada Gonzalo Sánchez
Poeta Sebastián Martín Muñoz
Mi vaquerillo Rocío Cepa Rivero
Un don Juan Pauli Hernández Martín
José Luis Alonso Sánchez
La montaraza Carmina Rodríguez Iglesias
Andrés Aguilar Sánchez
Cristina Portales Santos
Alma charra Gumer Iglesias Grande
Saturnino González Sánchez
Noche fecunda Marisa Tapia Romero
Lo inagotable Paquita Lahoz Omedes
La Galana José De Castro García
Sibarita Sebastián Martín Muñoz
Varón Teodoro de las Heras Camisón
El desafío Mª Pilar Santos Hernández
Teodoro de las Heras Camisón
¿Que tendrá? Teresa López Blanco
Rafaela Curto Valduciel
Raquel Quintanilla Medina
Mª Luisa García Toribio
Balada de los tres Feli Sánchez Puerta
Olimpia Panero Martín
Lucía Martín Blanco
Los dichos del Tío Fabián Jesús Miranda Núñez
Dos nidos Pilar Zataraín Villaseco
La flor del espino Paula García Vacas
El embargo Manuel-Andrés Sánchez García
Soñar a Gabriel y Galán
Gabriel y Galán, debido a su sensibilidad y a sus dotes de agudo observador, se dedica a escribir lo que le inspira el entorno en el que se desenvuelve. Poesías de pura raigambre racial, retratan las vidas de los humildes labriegos que trabajan y habitan en la dehesa; de los pobladores de aquellos pequeños núcleos rurales, de los amoríos entre los pastorcillos y las jóvenes zagalillas…
Los argumentos de sus poemas están arrancados del vivir cotidiano en los medios rurales: el viejo que da consejo a la moza casadera; el vaquerillo que llora el desvío de la zagala; el rentero que, mientras empuña la mancera del arado, va calculando las rentas que debe al terrateniente; y “el ama” que al morir va llenando de luto la alquería. Dice algún estudioso del poeta que los versos de Gabriel Galán huelen a tomillo y a cantueso recién cortado; a pan recién sacado del horno, a brazadas de mies que se acaban de segar, a leche recién ordeñada, a sudor campesino…
La observación minuciosa de las gentes pueblerinas de los alrededores le lleva a decir un día a un amigo: “… las gentucas de las aldeas, al par que cosas buenas, tienen miserias y roñas morales que repugnan al estómago más fuerte, se necesita mucha calidad y mucha paciencia para vivir entre ellas…”.
En otra ocasión confiesa a un amigo a través de la correspondencia epistolar: “… yo no tengo más amigos, en sentido estricto de la palabra, que uno de mis criados. Voy dejándome vivir, agua abajo, agua abajo, sin prisa alguna...”.