"Le Grand Macabre"

Hospederia Fonseca
Opera

György Ligeti: Le Grand Macabre

Lunes, 28 de noviembre

19:45h Inicio clase previa Liceu
-          20:15h Inicio “Le Grand Macabre” Acto I (50min)
-          21:05h Entreacto (15min) (molinillo)
-          21:20h Acto II (70min)

Ficha artística
Dirección musical: Michael Boeder
Dirección de escena: Àlex Ollé
(La Fura dels Baus) y Valentina
Carrasco
Escenografía: Alfons Flores
Vídeo: Franc Aleu
Vestuario: Lluc Castells
Iluminación: Peter van Praet
Nueva coproducción: Gran Teatre
del Liceu / Théâtre Royal
de La Monnaie (Brussel·les) /
Opera di Roma / English National
Opera (Londres)

Jefe de policía (Gepopo) / Venus: Barbara Hannigan
Amanda (Clitoria): Ana Puche
Amando (Spermando): Inés Moraleda
Príncipe Go-Go: Brian Asawa
Mescalina: Ning Liang
Piet the Pot (Piet vom Fass): Chris Merritt
Nekrotzar: Werner Van Mecheler
Astradamors: Frode Olsen
Ruffi ack: Gabriel Diap
Schobiack: Miquel Rosales
Schabernack: Ramon Grau
El ministro blanco: Francisco Vas
El ministro negro: Martin Winkler

 

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Le Grand Macabre es la muerte, pero no nuestra muerte particular, sino una muerte colectiva: la del fi n del mundo. Este tema –el del fi n del mundo– ha atraído a muchos pintores y muchos escritores desde la Edad Media hasta nuestros días porque, seguramente, es una imagen que expresa dos sentimientos universales que nos impresionan: el de la ley suprema de la muerte que a todos nos iguala –poderosos y humildes– y el de la amenazadora proximidad de un gran desastre que va a engullirlo todo. En los momentos de grandes crisis sociales, el segundo es el sentimiento preferente. Y el modo en que el arte suele expresarlo es mostrando gente de
muy diversa edad y condición, abocada al desconcierto, la crueldad o el hedonismo. Estos son los sentimientos que veremos expresados en Le Grand Macabre, la ópera (1978) de György Ligeti basada en la «farsa» La ballade du grand macabre (1934) de Michel de Ghelderode que, como obra de teatro, se había estrenado en Barcelona en 1972.
La acción de la ópera se sitúa en el llamado Principado de Breughelland, es decir, en el “país de Brueghel” en honor del pintor de El triunfo de la muerte (1562) que se conserva en el Museo del Prado. En Breughelland existe una amplia y contrastada gama de personajes: una pareja de enamorados –Amando y Amanda– y una pareja de sadomasoquistas –el astrólogo Astradamors y su esposa Mescalina; un hombre marginal –Piet, un borracho– y los hombres más poderosos del principado –el príncipe Go-Go, el ministro blanco, el ministro negro y el jefe de la policía secreta– enredados en discusiones inútiles y elusivas ante una revuelta popular. Por encima de todos ellos se encuentra, sin embargo, Nekrotzar –el Gran Macabro– que les amenaza con el fi n del
mundo. La imagen de la humanidad que se desprende de este retablo es nihilista, vulgar y sórdida, potenciada por un singular y grotesco sentido del humor. Por eso, ante la muerte, los habitantes de Breughelland sólo saben responder con la frase que cierra la ópera: «¡No temáis a la muerte, oh, buena gente! / Ya vendrá cuando sea, mas no hoy./ Y cuando venga, habrá venido.../ ¡Larga vida y todos contentos!».
La música es un brillante collage de estilos con la orquesta ampliada por insólitos instrumentos (cláxones, armónica cromática, el sonido de un teléfono, mandolina, etc.) con alternancia de pasajes agresivos, salvajes y líricos que Ligeti ha sintetizado así: «Mi ópera evoca un mundo musical poblado de ruidos, medio real, medio irreal. Un desordenado mundo en vías de desintegrarse, donde todo se hunde».
Con esta producción del Gran Teatre del Liceu, el Théâtre de La Monnaie de Bruselas, la Opera di Roma y la English National Opera de Londres, Le Grand Macabre se estrena en España.

 

Le Grand Macabre, ópera del compositor húngaro György Ligeti estrenada en
Estocolmo en 1978, que ha obtenido un lugar muy estimable en el repertorio lírico
contemporáneo, se basa en la pieza teatral La ballade du grand macabre (1934) de
Michel de Ghelderode. La obra de este autor flamenco de expresión francesa está muy
influida por su gusto por la pantomima y los títeres y también por el teatro de la
crueldad de Antonin Artaud. Inspirada en las danzas de la muerte medievales y en la
pintura flamenca de Pieter Brueghel y El Bosco, fue convertida por Michael Meschke,
nacido en Danzig y afincado en Suecia, fundador del teatro de títeres de Estocolmo, y
por el propio Ligeti, en una brillante y exuberante pieza de teatro del absurdo, con
influencias de Alfred Jarry y una gran carga irónica y grotesca, centrada en el fin del
mundo, con personajes próximos al grand guignol, y que el compositor califica de
«apocalipsis cómica», donde las risas son el único conjuro ante el miedo que produce
la muerte.


La música es un brillante collage de estilos (de Monteverdi a Wagner y Verdi, pasando
por Beethoven y el mundo del jazz) con la orquesta ampliada por instrumentos
insólitos (cláxones y otros elementos de percusión) y alternancia de pasajes agresivos
y salvajes y líricos.


Desde su estreno, que fue un gran éxito, cuenta con numerosas producciones en los
principales teatros de ópera de todo el mundo, y en especial con gran repercusión la
de Salzburgo bajo la dirección de Peter Sellars (1997). La famosa compañía catalana
La Fura dels Baus, que goza de una importante presencia internacional, firma la última
producción, estrenada en Bruselas y Londres en 2009 con mucho éxito, y que
presenta hoy el Liceu. En colaboración con Valentina Carrasco, ha elaborado una
puesta en escena a partir de la gran metáfora que es el cuerpo humano, con una gran
figura que preside la escena y a partir de sus curvas y orificios propone un nuevo
ámbito para la dramaturgia, en una puesta en escena singular para una ópera singular.


Resumen argumental

Le Grand Macabre, ópera en cuatro cuadros de György Ligeti, se estrenó en
Estocolmo en 1978, en lengua sueca y muy pronto en Hamburgo en alemán. Se ha
representado con frecuencia en francés y en inglés (lengua de la producción que
ofrece el Liceu). La acción se sitúa en el Principado de Breughelland, país imaginario
cuyo nombre significa País de Breughel, con referencia al gran pintor flamenco Pieter
Brueghel el Viejo (1525-1569), autor del impresionante Triunfo de la muerte (hacia
1562), conservado en el Museo del Prado.

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Cuadro I
En un viejo y fantástico cementerio en ruinas, se nos presentan Piet vom Fass,
borracho que alterna el Dies irea con el elogio del vino; Amando y Amanda,
pareja de jóvenes enamorados, de gran belleza, que buscan un lugar para
consumar su exaltado amor, y Nekrotzar, el Gran Macabro, que da título a la
ópera.
Nekrotzar, salido de una gran tumba, insulta a Piet, muerto de miedo,
anunciándole que va a morir muy pronto, cuando se presente la Muerte montada
en un lívido caballo, y que en el mundo solo quedarán cenizas, además de
ordenarle que le dé los instrumentos necesarios para su trabajo: la guadaña, la
trompeta y la capa.
Los dos amantes deciden esconderse en la tumba de la que sale Piet. Nekrotzar
se envuelve con la capa, toma la guadaña y monta sobre Piet como caballo.
Anuncia el fin de los tiempos y sale trotando mientras oímos las amorosas
palabras de los amantes desde la tumba.
La acción tiene lugar en un viejo y fantástico cementerio en ruinas, con un gran
mausoleo. El primer personaje que aparece es Piet vom Fass, tenor buffo muy
corpulento, siempre borracho, que alterna el Dies irae con el elogio del vino. Se
presentan después Amando y Amanda, dos jóvenes enamorados, de gran belleza –
parecen surgidos de una pintura de Boticelli– que buscan un lugar tranquilo para
consumar su exaltado amor. Del interior de una tumba sale la voz diabólica de
Nekrotzar –el Gran Macabro que da título a la ópera– que comienza a anunciar el fin
del mundo que ha de producirse la próxima noche. Los amantes regresan con un
crescendo de su deseo amoroso que Piet contempla con burla y lascivia y que
Nekrotzar insulta desde fuera. Amando golpea a Piet con su daga y la pareja sale
buscando un lugar oculto, donde no sean molestados.
Nekrotzar sale de la tumba: es un personaje cruel, alto y delgado, una representación
de la muerte con enorme capacidad verbal y rasgos de charlatán. Insulta duramente a
Piet que, muerto de miedo, se presenta como catador de vinos, lo adula y le suplica
piedad. Las palabras del macabro son claras –morirá y lo hará muy pronto, a
medianoche, al presentarse la Muerte montada en un lívido caballo que acarrea el
infierno, y en el mundo solo quedarán cenizas–, palabras que corrobora un coro de
espíritus. Ordena a Piet que le traiga de la tumba de donde acaba de salir los
instrumentos necesarios para el trabajo que lleva a cabo cada noche –guadaña,
trompeta y capa–, cumpliéndolo de inmediato el borracho.
Al salir de la tumba choca con los amantes, que siguen buscando un refugio y se
deciden finalmente por la tumba de donde sale Piet, donde se esconden. Nekrotzar se
cubre con la capa, coge la guadaña y monta sobre Piet, al que convierte en su caballo.
A pesar de las súplicas, protestas e insultos de Piet, se declara actor del gran teatro
del mundo y ejecutor de la voluntad del Altísimo de segar a ciegas a buenos y malos,
mientras se oye de nuevo el coro de los espíritus. Nekrotzar anuncia el fin de los
tiempos y la extinción del mundo y sale trotando encima de Piet mientras escuchamos
las líricas y amorosas palabras de Amando y Amanda desde la tumba.

Cuadro II
En la casa del astrólogo de la corte, Astradamors, presidida por un telescopio,
Mescalina, su mujer, protagoniza con su marido una escena sadomasoquista.
Cuando cree que puede estar muerto y, por tanto, no va a cumplir su función,
coge una araña grande y asquerosa que despierta al aterrorizado marido, escena
que finaliza con una danza grotesca y grandes insultos.
Mescalina envía a su marido al telescopio, bebe vino abundante y evoca a
Venus, a la que suplica una noche de lujuria. Aparece Nekrotzar cabalgando a
Piet, y los tres hombres observan a Mescalina, a la que se le aparece en sueños
a Venus, y le reclama un hombre bien dotado. Nekrotzar se encarga de
satisfacerla y se produce una violenta escena amorosa en la que finalmente el
macabro la muerde en el cuello como un vampiro, y ella cae al suelo
envenenada.

El Gran Macabro da paso a la luz de un cometa que deslumbra a Piet y
Astradamors y se inicia una larga diatriba contra la humanidad a la que amenaza
con una muerte y destrucción inmediatas antes de volver a montar sobre Piet
para dirigirse a la ciudad donde se encuentra el palacio del príncipe.
La trama sucede en la casa del astrólogo de la corte, Astradamors, presidida por un
telescopio, donde se mezclan herramientas e instrumentos propios de la astrología,
así como herramientas domésticas, en un gran desorden, suciedad y abandono.
Mescalina, la mujer de Astradamors, gorda y ordinaria, protagoniza con su marido una
escena sadomasoquista en la que lo castiga con unos látigos ante su rendido
agradecimiento, consiguiendo que se desvanezca. Mescalina cree que puede estar
muerto y por tanto no podrá cumplir su función a la que está acostumbrada; saca una
araña grande y asquerosa que despierta al aterrorizado Astradamors y que intenta
hacérsela comer, escena que finaliza con una danza grotesca y grandes insultos entre
la pareja.
Mescalina envía finalmente a su marido al trabajo –mirar las estrellas– y éste se viste
con la túnica y sombrero de astrólogo y se encarama al telescopio. Ella bebe vino en
abundancia y evoca, entre las estrellas que contempla Asatradamors, a Venus,
protectora del amor, y le pide una noche de lujuria ante la irritación del astrónomo, que
desearía matarla. Aparece de pronto Nekrotzar cabalgando sobre Piet, y los tres
hombres observan a Mescalina, a quien Venus se le aparece en sueños. Se lamenta
amargamente de los dos hombres que le había asignado, pues la han engañado, y
ardorosa le reclama un hombre, aunque sea patizambo o jorobado, pero bien dotado.
Nekrotzar es el encargado de satisfacer a Mescalina y se produce una violenta escena
amorosa coreada por los presentes que la sumerge en un estado de tránsito. Pero al
final el macabro le muerde el cuello, como un vampiro, cayendo ella al suelo
envenenada con gran satisfacción de Astradamors, que la deja en la tumba con la
ayuda de Piet.
Libres ya de la mujer, el Gran Macabro abre paso a la luz de un cometa que
deslumbra a Piet y a Astradamors y da inicio una larga diatriba contra la humanidad, a
la que amenaza con una muerte y destrucción inmediatas, una exterminación por
veneno, la peste y un mar de fuego, jaleado por los otros dos hombres. Finalmente,
vuelve a montar sobre Piet para dirigirse a la ciudad donde se encuentra el palacio del
príncipe. Antes de marchar, el astrólogo, que los acompaña, destruye todas sus
herramientas.

Cuadro III
En el palacio del príncipe Go-go de Breughelland, el Ministro Blanco y el Ministro
Negro escenifican una grotesca pelea, con teatrales dimisiones y
reconciliaciones. Go-go, personaje obeso e infantiloide, no consigue dominar la
situación y los ministros le obligan a practicar una ridícula clase de equitación
sobre un caballo de balancín y rasgan entre grandes risotadas la constitución.
Aparece una mesa llena de manjares ante el trono, a la cual el príncipe se lanza
hambriento. Los ministros quieren obligarlo a firmar un decreto con
descomunales impuestos. Entra el jefe de la policía secreta, la Gepopo, sobre
unos patines, acompañado de sus secuaces –verdugos, detectives, agentes– y
conversa de forma inconexa con Go-go intentando descifrar códigos secretos.
El pueblo de Breughelland, revolucionado, se presenta ante el palacio. Los
ministros intentan calmar el tumulto y reciben silbidos y objetos para gran
satisfacción de Go-go. Se dirige él al pueblo y es aclamado por la multitud. El
jefe de la Gepopo, disfrazado ahora de araña, parece descifrar el código y
anuncia grandes desastres: se aproxima un amenazador cometa rojo que indica
una catástrofe y los dos ministros huyen como ratas.
Un segundo mensaje indica la llegada inminente de Nekrotzar. El jefe y sus
secuaces huyen llenos de pánico, Go-go intenta mantener cierta dignidad, entra
Astradamors, con el sudario y bailando una danza grotesca. El estrépito de las
sirenas llena de espanto a Go-go, que se esconde bajo la mesa.
Nekrotzar hace una espectacular entrada a caballo sobre Piet y queda inmóvil,
como en tránsito. Les dice que ha llegado el día de la ira y anuncia el Juicio
Final, con los siete ángeles y el fuego abrasador. Piet y Astradamors no parecen
muy afectados; comen y beben y ofrecen vino al príncipe y a Nekrotzar. Éste se
convence de que el vino es sangre humana, los vasos se vacían y todos se
muestran más y más borrachos y excitados. Cuando se aproxima la
medianoche, Nekrotzar comprende que debe actuar de inmediato; busca
desesperadamente la guadaña, la trompeta y el caballo, y con visionaria actitud
invoca la desaparición del sol. La aparición del cometa parece marcar el fin de
los tiempos y todo queda a oscuras mientras Nekrotzar cae del caballo y el coro
femenino canta «Consumatum est!».
En el palacio del príncipe Go-go de Breughelland, sus dos ministros –el Ministro
Blanco y el Ministro Negro– escenifican una pelea repleta de insultos procaces y
rebuscados, con una coreografía grotesca y golpes y mamporros. Pronuncian una
teatral dimisión y una no menos teatral reconciliación cuando aparece Go-go,
personaje obeso e infantiloide que no domina en modo alguno la situación. Los
ministros obligan al príncipe a practicar una clase de equitación sobre un caballo de
balancín que mueven con gran espanto hasta que el príncipe cae y despedazan con
grandes risotadas el pergamino de la constitución. Luego utilizan el personaje como
saco de boxeo, le colocan una pesada corona y sigue el cruel maltrato.
Go-go está hambriento y aparece una gran mesa llena de manjares con criados,
situada ante el trono, a la que el príncipe se lanza mientras los ministros intentan
detenerle y mortificarle. Quieren obligarle a firmar un decreto con nuevos y
descomunales impuestos, situación que indigna al soberano, por lo que decide aceptar
su dimisión. Entra el jefe de la policía secreta, la Gepopo, sobre unos patines,
acompañado de sus secuaces –verdugos, detectives, agentes– y oímos el coro mixto
desde fuera de escena mientras el jefe de la Gepopo conversa de modo inconexo con
Go-go, intentando descifrar unos códigos secretos.
Fuera de escena se oyen los gritos del pueblo de Breughelland revolucionado, que se
presenta ante el palacio, y se distinguen alarmantes resplandores rojos. Los dos
ministros, el Blanco y el Negro, intentan en vano calmar el tumulto, con sendos
discursos incoherentes, afirmando sinsentidos, por lo que reciben silbidos y objetos
para gran satisfacción de Go-go, que los detesta. Los aparta, se dirige él al pueblo y
recibe aclamaciones de la multitud, situación que aprovecha para humillar una vez
más a los ministros. Aparece de nuevo el jefe de la Gepopo ahora disfrazado de
araña, con su séquito. Parece haber descifrado el código y anuncia grandes desastres:
el primero es la aproximación de un amenazador cometa rojo ante lo cual deben
tomarse medidas. Los ministros se disponen a intervenir, la actitud del jefe es negativa
y señala una catástrofe; los dos funcionarios huyen como ratas.
El segundo mensaje, ante el pueblo cada vez más aterrorizado, descifrado con juegos
de palabras y trabalenguas, indica la llegada inminente de Nekrotzar. El jefe y sus
secuaces huyen apabullados y Go-go intenta mantener cierta dignidad. Entra
Astradamors, con el sudario y bailando una danza grotesca, feliz por ser viudo
mientras abraza a Go-go, también feliz por la partida de los ministros. Pero el pueblo
les advierte de que el peligro se mantiene y pide ayuda hasta que el alarido de las
sirenas llena de espanto a Go-go, que se esconde bajo la mesa.

Astradamors se queda en pie, expectante, ante la grandiosa entrada de Nekrotzar con
guadaña y trompeta, a caballo sobre Piet, junto con el séquito infernal, y permanece
en medio de la sala del trono, inmóvil, como en tránsito. Les manifiesta la llegada del
día de la ira –Dies irae–, ante la desesperación de la gente y las nuevas amenazas de
Nekrotzar, que anuncia el Juicio Final, con los siete ángeles y las siete trompetas y el
fuego abrasador que calcinará los cuerpos de los hombres. Piet y Astradamors no
parecen tan afectados como el pueblo y deciden empezar a comer y beber en la mesa
de Go-go. Ofrecen vino al príncipe, escondido bajo la mesa, así como a Nekrotzar, con
grotescos y macabros brindis, quien finalmente abandona su hierática actitud y se les
une a beber convencido de que el vino es sangre humana. Los vasos se vacían y
llenan de forma casi mecánica. Nekrotzar, cada vez más borracho y excitado, recuerda
las muertes que ha llevado a cabo a lo largo de la historia de la humanidad invocando
a las erinias y los grandes personajes. Astradamors presenta Nekrotzar a Go-go y
aumentan los efectos de luces y ruidos que presagian la catástrofe, ya que se acerca
la hora, la medianoche.
Nekrotzar comprende que debe actuar de inmediato y busca con desespero la
guadaña y la trompeta y también el caballo, que le traen finalmente Go-go, Piet y
Astradamors. Le ayudan a montar y el Gran Macabro, con actitud visionaria, invoca la
desaparición del sol. La luna y las estrellas y la aparición del cometa parecen marcar
el fin de los tiempos y todo queda oscuro, mientras Nekrotzar cae del caballo y el coro
femenino, fuera de escena, canta «Consumatum est!».

Cuadro IV
Después de un interludio, la escena muestra de nuevo un paisaje de
Breughelland, donde flotan Piet y Astradamors soñando estar en el cielo.
Aparece Go-go, que cree ser el único vivo, pero aparecen tres rufianes con un
carro lleno como botín. Del fondo se levanta Nekrotzar, en un confuso estado
mental. Reconoce a Go-go y se sorprende porque creía haber destruido el
mundo entero.
De la cámara mortuoria sale Mescalina, con los látigos, persiguiéndolo e
insultándole hasta que intenta clavarle la lanza en el pecho. Go-go ordena a los
soldados que la detengan y la mujer reconoce en Nekrotzar a su primer marido.
Uno de los soldados trae a los dos ministros atados y se inician los insultos y
acusaciones entre Mescalina y ambos políticos. Go-go ordena a los soldados
que ataquen a Mescalina y los ministros y todos acaban por el suelo excepto
Nekrotzar. Entran Piet y Astradamors creyendo que todos han muerto y Go-go
les ofrece vino. Concluyen que si tienen sed es que están vivos, mientras el sol
sale lentamente. El macabro se va encogiendo, cada vez más y más pequeño
hasta casi desaparecer.
Astradamors, Piet y Go-go se preguntan si era la Muerte o un mortal como ellos;
cuestión que queda sin respuesta. Deciden volver a emborracharse y pronto
salen de la tumba Amando y Amanda abrazados, que bailan una graciosa
passacaille a la que se suman todos. Los jóvenes y bellos amantes entonan un
canto a la felicidad, no les importa morir ante tanto placer y se burlan de los que
temblaban ante el fin del mundo: «¡Solo importa el ahora y aquí!». Para quien se
ama, el tiempo se detiene y solo queda la eternidad. El coro entona las
hedonistas palabras finales: «No temáis la muerte, oh, buena gente! […] ¡Larga
vida y todos contentos!»
Tras un interludio que acompaña un imaginario y terrible Juicio Final, la escena
muestra de nuevo un paisaje de Breughelland similar al del primer cuadro, donde
flotan Piet y Astradamors soñando estar en el cielo, mientras se dan mutuamente el
pésame. Aparece Go-go, muy descuidado y desmelenado, que al no ver a nadie cree
ser el único superviviente, pero aparecen tres rufianes o soldados de fortuna con un
carro lleno como botín, con objetos robados y armas grotescas. Del fondo del carro se
levanta Nekrotzar, también desgreñado y resacoso, con un confuso estado mental.
Reconece a Go-go, que intenta recuperar su autoridad, y se sorprende porque creía
haber destruido el mundo entero.
Se acerca a la cámara mortuoria, saliendo de ella Mescalina, hecha una furia, con los
látigos, que se lanza contra él y lo persigue e insulta hasta agarrarlo e intentar clavarle
la lanza al pecho con un gran grito. Go-go ordena a los soldados que la detengan y la
arresten y la mujer se debate indignada al reconocer en Nekrotzar a su primer marido.
Uno de los soldados arrastra atados a los dos ministros y se inicia un intercambio de
insultos y acusaciones entre Mescalina y los políticos, que intentan congraciarse con
Go-go, situación que finaliza a mamporros. El príncipe ordena a los soldados atacar a
Mescalina y los ministros, golpeándoles estos con furia y también a Go-go. Nekrotzar
queda inmóvil y finalmente todos caen por el suelo.
Entran Piet y Astradamors pensando que todos están muertos, pero el príncipe Go-go
se levanta y les ofrece dos botellas de vino y se guarda una para él. Deciden que los
tres tienen mucha sed, lo que indica que están vivos. Nekrotzar repite «Ergo, estamos
vivos» mientras el sol sale lentamente. El macabro se va encogiendo y haciéndose
más y más pequeño hasta casi desaparecer cuando el sol brilla con esplendor en el
horizonte.
Astradamus, Piet y Go-go se preguntan si era la Muerte o un mortal como ellos,
pregunta que no obtiene respuesta. Deciden volver a emborracharse y pronto
escuchamos gritos eróticos desde el interior de la tumba. Salen Amando y Amanda
abrazados, desmelenados y alegres, y bailan una graciosa passacaille a la que se
suman primero los tres hombres y luego Mescalina, los ministros y rufianes. Los dos
jóvenes y bellos amantes entonan un canto a la felicidad por una unión tan
satisfactoria como la suya, no les importa morir ante tanto placer y se burlan de los
que temblaban ante el fin del mundo, en una actitud totalmente presentista: «¡Solo
importa el ahora y aquí!». Para quien se ama, el tiempo se detiene y solo queda la
eternidad. El coro entona las palabras hedonistas finales: «¡No temáis a la muerte, oh,
buena gente! / Ya llegará cuando sea, pero no hoy. / Y cuando llega, habrá llegado... /
¡Larga vida y todos contentos!»
Teresa Lloret