El Brujo, "El Evangelio de San Juan"
Las Noches del Fonseca
Martes 27 de Julio 23,00 horas
EL EVANGELIO DE SAN JUAN
Con Rafael Álvarez El Brujo como actor solista
Dirección: Rafael Álvarez
Cuadro Artístico
Músicos: Violín: Javier Alejano
Percusión Daniel Suárez “Serna”
Xaxo Robb Kevin
Voz Juan de Pura
Rafael Álvarez EL BRUJO
Nace En Lucena (Córdoba) y pasa gran parte de su infancia en Torredonjimeno (Jaén). Se traslada a Madrid para estudiar Derecho y es en los Colegios Mayores donde toma contacto por primera vez con el mundo del teatro. Es titulado por la Real Escuela Superior de Arte Dramático. Su actividad con el teatro se inicia en el Corral de Comedias del Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista en el año 1970 con el montaje El juego de los insectos, de los hermanos Kappeck, dirigido por José Luis Alonso de Santos. A partir de este momento colabora habitualmente en montajes teatrales de diversas compañías como Tábano, TEI (Teatro Experimental Independiente) y Teatro Libre de Madrid.
En 1988 funda junto con José Luis Alonso de Santos, Gerardo Malla y Jesús Cimarro la productora de teatro Pentación, S.A., y en 1995 funda, junto a M.ª José Norte, su propia productora, Producciones El Brujo, S.L., dedicada a la distribución y la producción de teatro y audiovisuales.
Desde su primera colaboración en 1969 en el montaje La escuela de los bufones, de Michel de Ghelderode, ha participado en numerosos montajes como El juego de los insectos, de los Hermanos Kappeck, y El horroroso crimen de Peñaranda del Campo, de Pío Baroja, ambos dirigidos por José Luis Alonso de Santos. Ha protagonizado La taberna fantástica, de Alfonso Sastre, dirigido por Gerardo Malla; Pares y Nines, de José Luis Alonso de Santos; Lazarillo de Tormes, en versión de Fernando Fernán Gómez; El pícaro: aventuras y desventuras de Lucas Maraña, de Fernando Fernán Gómez; La sombra del Tenorio, de José Luis Alonso de Santos; La dulce Casina, de Plauto, en versión y dirección de Alonso de Santos; Anfitrión, dirigido por José Luis Alonso de Santos; El avaro, de Moliere, coproducción con Fila 7, dirigido por José Carlos Plaza; El contrabajo, de Patrick Süskind, que dirigió él mismo junto a José Pascual; Arcipreste, basado en El Corbacho, de Alfonso Martínez de Toledo, con versión libre de Alberto Miralles y adaptado y dirigido por Rafael Álvarez; San Francisco, juglar de Dios, de Dario Fo, y Una noche con El Brujo, dirigidos por el propio Rafael Álvarez.
Desde el año 1986 compagina su actividad teatral con el cine y con la televisión, participando en películas como El Crack, de José Luis Garci; La taberna fantástica, Don Juan mi querido fantasma, de Antonio Mercero; La leyenda de la doncella, de Juan Pinzas; Alma gitana, de Chus Gutiérrez; Amores que matan, de Juan Manuel Chumilla; La duquesa roja, de Paco Betriu; Niño nadie, de José Luis Borau; Pajarico, de Carlos Saura; y recientemente la adaptación de Fernando Fernán Gómez para el cine Lázaro de Tormes, película galardonada con dos Goyas de la Academia de Cine español.
En televisión destacamos Vísperas, de Manuel Andújar, Juncal, de Jaime de Armiñán; Brigada Central, de Pedro Masó y Maquinavaja.
Ha llevado sus espectáculos por los festivales más importantes de España y los más reconocidos de países como Bélgica, Francia, Portugal, Italia, México, Venezuela...
Como reconocimiento a su carrera, Rafael Álvarez ha recibido numerosos premios, entre los que destacan el Premio Ícaro, concedido por Diario 16, el Premio de Antena 3 a la mejor interpretación teatral (1985), por su trabajo en Lazarillo de Tormes; Premio El Espectador y La Crítica 1986, por La Taberna Fantástica, Premio Asociación de Espectadores Ciudad de Alicante en 1986 y 1994, por Lazarillo de Tormes; Premio Ercilla de Bilbao 1996 a la Mejor Interpretación por La sombra del Tenorio; Premio Meliá Parque al Mejor Actor por Anfitrión; Premio Cadena COPE, Ilustres de Baracaldo 1999 por El Contrabajo; y Premio Canal Sur al Mejor Espectáculo teatral 2000 por Arcipreste.
En diciembre de 2002 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, máximo galardón que concede el Ministerio de Cultura y que SS. MM. los Reyes de España entregaron en septiembre de 2003.
Una Visión del espectáculo
El Evangelio de San Juan es el título del espectáculo que cierra una trilogía compuesta junto con San Francisco, juglar de Dios y Los misterios del Quijote. Los tres espectáculos se basan sobre antiguas técnicas de transmisión y narración oral. El humor es una nota dominante en ellos. Versan sobre temas que han dejado una fuerte huella sobre la memoria y la imaginación colectiva.
Se nutren por igual de la “tradición de la palabra”, por decirlo así; insisten de forma especial en la fuerza viva de la palabra hablada frente a la tradición de la palabra escrita y su ascendente en el teatro. Así mismo, la confrontación (y a veces la interconexión o incluso la síntesis) de estas dos tradiciones y el reflejo de sus contenidos en la imaginación popular (en la forma de cuentos, leyendas y otros temas objeto del arte de los antiguos juglares) es también un factor común a ellos. El estudio de la obra de Dario Fo, teórica y práctica –especialmente la puesta en escena de San Francisco, juglar de Dios– ha ejercido una influencia decisiva y muy visible en el desarrollo de estos trabajos y en su visión conjunta como trilogía.
El Evangelio de San Juan la cierra y la completa con un tema fascinante, que hunde sus raíces en las más antiguas tradiciones orales del Mediterráneo. Este espectáculo se inscribe en el ámbito propio de la juglaría, con el humor, la vitalidad y el ritmo propios de la comedia, pero al mismo tiempo, como en San Francisco, juglar de Dios, con una fuerte carga poética, en este caso ineludible, por el lenguaje propio del texto y la ternura y simbolismo de alguna de sus situaciones.
El poder del mundo y la libertad de la palabra
A través de las rutas de Palestina, el hombre-Jesús, poco a poco se revela a sí mismo. Al final del trayecto en Jerusalén la hora de su muerte consuma de forma completa el proceso. El pueblo observa el espectáculo. Un extraño profeta itinerante rodeado siempre por un grupo de personajes secundarios que le siguen sin saber adónde ni por qué. Los signos que manifiesta revisten en verdad una gloria incomparable. Los enfermos se curan, andan los paralíticos, los ciegos ven, incluso hay un hombre (Lázaro) que regresa del abismo de la muerte y todos sienten al fin el consuelo, magnetizados por sus hermosas palabras. Jesús es un poeta tan sublime que cuando habla desconcierta el sentido de los hombres y hay quienes creen estar escuchando a Dios. Su secreto es la fuerza, la acción y el poder de su palabra, pero este hombre es justamente el Hombre al que los hombres (ciertos hombres) no pueden soportar. Encarna en sí mismo la libertad del ser.
Él es La Palabra. Si el lenguaje es el espejo del poder el Jesús de San Juan es un escándalo. Ejerce violencia poética sobre el lenguaje caduco del mundo, lo subvierte con fuerza y, renovando así el lenguaje, renueva la vida. Pero sus adversarios no le entienden, le rechazan, se revuelven. Los viejos sacerdotes aferrados a la tradición en el fondo temen el misterio. (¡Actual!) La novedad radical del mensaje de Jesús, su “libertad de expresión” choca brutalmente contra la inercia opaca del poder. En resumen: La Palabra viene al mundo, pero su luz ciega confunde al mundo. Y finalmente el poder crucifica La Palabra.
El Evangelio de San Juan en el pensamiento y el ARTE a lo largo de la Historia
Al margen del interés de grandes cineastas por la figura concreta de Jesús (Zefirelli, Passolini, etc.), desde Leonardo a Chaplin, Kierkegaard, Bach o Einstein, a lo largo de la historia, el Evangelio de San Juan ha conmovido a centenares de filósofos, poetas, artistas, músicos y hasta científicos. Newton le dedicó los últimos años de su vejez. Llegó a aprender griego clásico y arameo. Después de estudiar el fenómeno de la luz durante toda su vida, probablemente, antes de morir, quiso penetrar siquiera un poco en la raíz de su misterio. Salvando naturalmente las enormes distancias, este proyecto se inscribe como una modesta aportación, desde el mundo de la escena, un pequeño granito de arena en esa corriente del arte que, a través del trabajo de los hombres y mujeres de todos los tiempos, evoca, contempla o celebra este enorme regalo de la vida en el Hombre: el don del misterio.
Veo El Evangelio de San Juan como una extrovertida ceremonia popular con la frescura y espontaneidad que le confiere al teatro la risa y la sensualidad del contacto inmediato con el público, pero con cierto aire de exaltación mística, o HISTÉRICA, si se quiere. (En cierto sentido, como una modalidad o derivación lírica de los motivos del famoso “misterio bufo” de Darío Fo). Un relato, a veces sencillo y silencioso, PERO TAMBIÉN EN UN AMBIENTE DE FIESTA, COMPARTIDO Y VIVIDO COMO UNA CEREMONIA MÁGICA.
Rafael Álvarez